domingo, 27 de julio de 2008

El habitat del "gilipato"

Tengo la suerte de contar con grandes enemigos. Los que de una forma intelectual están en las antípodas de mi pensamiento. A muchos les debo grandes momentos de reflexión que en más de un caso, además, me ayudaron a cambiar el rumbo de mis pensamientos. A ellos no se lo diré directamente pero intuyo que ellos lo saben.

Pero por desgracia también tengo enemigos ínfimos que sin la menor elegancia y deportividad me atacan a mí y a personas de mi entorno, a las que tengo afecto, con la intención de hacer que los ataques sean más virulentos. Uno de estos majarones es un funcionario de prisiones que saca a la luz sus frustraciones poniéndome a parir en foros y páginas Webs con el menor pretexto. Los que lleváis algún tiempo en la espeleología ya sabréis a quien me refiero pero no os diré su nombre, por el momento, ya que en realidad esta introducción es solo un pretexto para hablar de esa gente que no saben ver mas allá de sus narices.

Durante estos años atrás en que he tenido la suerte de capitanear el equipo de dirección de la Federación Andaluza de Espeleología, en calidad de presidente, he tenido la enorme satisfacción de ver como un buen numero de mujeres y hombres trabajan por hacer lo mejor para los demás con esfuerzo y dedicación y dando lo mejor de si mismos para un proyecto colectivo. Y cuando en medio de esos esfuerzos encuentras a un imbécil que se fija en lo anecdótico y pone todos sus esfuerzos en destruir lo que otros han construido te entran ganas de emular a Curro Jiménez. Por desgracia estos comentarios destructivos y ese reguero de calumnias crean desasosiego entre la gente noble y generan una mala imagen para quienes lo ven desde la distancia. Ya sabemos el refrán de calumnia que algo queda y quienes hacen uso de el se merecen la más enérgica de las repulsas de quienes le conocen. Y espero que eso ocurra más pronto que tarde.
Por mor de una reglamentación injusta tengo por delante dos meses para escribir con absoluta libertad de lo que me apetezca sin necesidad de medir mis palabras. No hay mal que por mal no venga. Os prometo que, si nada cambia, seguiré contando más cosas del gilipato.